Este domingo San Marcos presenta a Jesús como el gran profeta que enseña con autoridad, no es un maestro como los demás. Es ese profeta que en la primera lectura Dios anunciaba que sería enviado. Uno tomado de entre ellos que hablaría la palabra de Dios. Ante esa forma de enseñar de Jesús y viendo que hasta los demonios le obedecían la gente se mostraba sorprendida y estupefacta. Esto es lo que me ha llevado a plantear como síntoma de estar contagiado de Jesús el asombro. Esto es importante en las relaciones. Un padre que recibe con asombro ese dibujo que su hijo ha hecho, esa esposa que recibe asombrada un ramo de flores… cuando dejamos de asombrarnos mala cosa.
El Pueblo de Israel terminó olvidando en el desierto esas obras que habían visto y que tanto asombro provocaban en ellos. El salmo de hoy recuerda ese momento en que su corazón se endureció de tal modo que pusieron a prueba. Dejaron de asombrarse y pasaron a la queja. Nosotros necesitamos cada semana celebrar la Eucaristía para que no se nos olvide el Misterio Pascual, para que no dejemos de asombrarnos. ¿Recordamos nosotros los momentos en que hemos experimentado un gran asombro ante el poder de Dios obrando en nuestra vida? No podemos olvidar esos momentos. Y también nos asombramos cada día al descubrir lo que Dios hace en nuestra vida. Esto que a veces cuesta compartir en los grupos de vida, porque no hemos desarrollado suficientemente esta mirada contemplativa que provoca asombro.
El asombro tiene también una dimensión misionera. Nuestra vida está llamada a ser asombrosa para los demás. En la parroquia hay una hermana que se acercó a nosotros porque estaba asombrada al ver a sus vecinas alegres teniendo lo que tenían encima. A veces son estas cosas sencillas que provocan un gran asombro y mueven. Lo que Dios hace en nuestra vida provoca asombro en los demás.
Asombroso es vivir el celibato con alegría. En la segunda lectura de hoy aparece el tema del celibato por el Reino. Ser célibe es ser un signo del Reino de los Cielos, ser un signo del amor escatológico. El célibe ama aquí y ahora como amaremos en el cielo sin el exclusivismo propio del matrimonio que es lo natural. En este tiempo tan perdido en la concepción de la sexualidad se necesita más que nunca hombres y mujeres que vivan este signo con alegría, con verdadera heroicidad. El celibato es amar a Dios sobre todas las cosas y todas las personas, y amar a los seres humanos como los ama Dios. A todos sin excluir a nadie y sin aligarse de forma exclusiva a nadie, con la misma libertad y el corazón de Dios. Todo un reto sin duda.
Hoy damos gracias a Dios que no deja de asombrarnos cuando obra con su poder en nuestra vida y le pedimos por intercesión de San José que, no dejemos de estar contagiados de Jesús, que haga nuestra vida muy asombrosa. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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