En la Vigilia Pascual, la cruz que el Domingo de Ramos se había quedado pelada y que el Viernes Santo había sido talada como un árbol y caída en el suelo, apareció cuajada de flores. Como los frutales en estas semanas pasadas. La poda de la vida de Jesús hasta el final en la cruz, la tala burlada por la confianza, provoca una corriente de vida sin parangón. Nos disponemos a empezar una Pascua con mucha sabia, con mucha vida nueva, con muchos frutos. EL primer fruto de la vida nueva fue la resurrección de Jesús, y a partir de aquel acontecimiento, el Espíritu Santo no ha dejado de renovarlo todo y de hacer fructificar la vida de los hijos de Dios. Estoy convencido de que en estos cincuenta días que tenemos por delante vamos a ver muchos frutos en nuestras vidas. Frutos del Espíritu Santo que nos harán llegar más allá de nuestras posibilidades. Perdón y reconciliaciones sorprendentes, paz en las tribulación, mansedumbre ante la violencia. Os invito a coger una flor de esta cruz y a llevarla a casa para esperar esos frutos. Y cuando los descubrías apuntarlo en un papel y dejarlos en la pila bautismal. Allí estaba el olivo que podamos en la Cuaresma. En la pila nacimos a la vida nueva de hijos de Dios. En ella renovamos hoy nuestro bautismo y en ella dejamos constancia de esos frutos de vida nueva y resucitada. Feliz Pascua y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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