Una interpretación clásica de la Visitación de María a Isabel es: “María fue a servir a su prima Isabel”.  Podemos hacer otra lectura en clave sinodal. María se puso en camino, y fue al encuentro de Isabel. La necesitaba como compañera de camino en ese momento de su vida. María estaba viviendo algo que le superaba y necesitaba compartirlo con alguien, quien mejor que esta mujer mayor, con experiencia y con mucha visión. Isabel era de esas personas que tienen una visión sobrenatural y cuando vio a María aparecer no veía sólo a su “pariente embarazada” sino a la “madre de mi Señor…  a la que es bendita entre todas las mujeres”.  Isabel era capaz de percibir lo que Dios hacía, que aquello que le sucedía a María era obra suya. 

Los deportistas necesitan un entrenador para poder desarrollar toda su capacidad y alcanzar el éxito. El entrenador ayuda al deportista a mejorar su técnica porque ve como corre, como nada… el deportista no puede verse, es el entrenador el que tiene esa visión y el que le puede ayudar. Así sucede en el acompañamiento, el que te acompaña tiene otra visión de ti, de lo que te sucede y te ayuda a tener una visión global.  Y si es alguien con un corazón custodiado como Isabel te puede ayudar a tener esa visión contemplativa que tanto necesitamos. Isabel le dijo a María lo que ella tanto necesitaba en ese momento, que confiase porque todo iba a ir como Dios le había comunicado. 

María no se guardó aquello,  su estilo no era “yo me lo guiso y yo me lo como”. Ella necesitaba contrastar, pedir consejo, otra visión para discernir. Y Jesús menos aún. Vemos en la segunda lectura que cuando el Hijo de Dios entró en el mundo lo hizo con esta clave: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. El Hijo tiene una misión que llevar a cabo siempre con el Padre, contando con él, dejándose acompañar. Jesús vivió toda su vida a la escucha del Padre, buscando su voluntad, recibiendo sus palabras de afirmación “tú eres mi Hijo amado”.  Y así en Getsemaní, en esa noche oscura triunfó su libertad. No hay verdadera libertad sin compañeros de camino, sin escucha, sin acompañamiento. Hoy todos tenemos acceso a mucha información en internet, nos podemos montar nuestra propia formación y engañarnos pensando que no necesitamos ser acompañados por otros. María y Jesús nos dan esta preciosa lección a las puertas de la Navidad, de esta Navidad en la que tantas estrellas van a brillar en el firmamento de nuestro Barrio. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.