Hoy plantamos el primer travesaño de la CRUZ que lleva una interrogación en rojo pintada. Hoy que hemos escuchado las tentaciones de Jesús en el desierto y vamos a reflexionar sobre el examen de conciencia. A la hora de celebrar el sacramento del perdón empezamos por pensar de qué nos vamos a confesar, cuáles son nuestros pecados. Examinar la conciencia es algo muy útil y saludable a diario al terminar la jornada. Revisamos cómo ha ido el día para dar gracias y pedir perdón. A la hora de hacer el examen debemos tener claro qué es pecado qué no lo es. Es lo que llamamos la conciencia de pecado. Se dan situaciones tan dispares como una señora que cada vez que no puede venir a Misa y la tiene que ver en su casa en la tele, me pide permiso para comulgar al domingo siguiente porque piensa que ha pecado. En el otro extremo están personas que faltan a Misa un domingo y sin problema comulgan al siguiente. La primera tiene una conciencia demasiado estricta y los segundos demasiado laxa. Esto tiene que ver con la formación de cada uno. También tiene que ver con el modelo de educación familiar. Hay hogares exigentes donde todo está mal, todo se corrige, todo es pecado. Otros en cambio dan una educación negligente sin normas, donde los hijos hacen lo que les da la gana. Esta base de educación tiene mucho que ver con nuestra forma de relacionarnos con las normas y con la autoridad. Cuando conduces ¿no rebasas la velocidad permitida por miedo a la multa o por responsabilidad sobre tu vida y la de los demás? Por eso en el confesionario a unos tengo que decirles que se relajen y no se machaquen y a otros en cambio hay que apretarles un poco las tuercas.

Hay que formar la conciencia y hay que tener en cuenta nuestra educación familiar, pero en definitiva ¿quién decide lo que es pecado y lo que no? Los cristianos tenemos una ética heterónoma, es decir, que las normas morales no las decidimos cada uno de forma autónoma. Hay una autoridad que dicta las normas. Son los obispos, los pastores, los que extraen de la Palabra de Dios y de la tradición los principios morales. Pero en definitiva es Dios el que marca las reglas. En el relato del Génesis Dios puso los límites a la libertad del ser humano en el paraíso y el ser humano no quiso respetarlos. Nosotros no somos dios, somos criaturas y por eso no ponemos las normas, las pone Dios. Tengo claro que afirmar estas cosas en una cultura líquida donde no existen los valores definitivos y todo es relativo y cambiante, no tiene sentido alguno. Pero nosotros seguimos proponiendo al mundo nuestro modelo ético y moral basado en la dignidad de la persona humana, criatura, hijo De Dios.

En este sentido quiero sacar un tema concreto y delicado. A veces me siento solo e incomprendido respecto a la cuestión de las situaciones familiares irregulares. Sobre esto se ha perdido mucha conciencia de pecado. Para mí no es nada fácil tener que explicar a alguien que no puede comulgar dada su situación, porque si lo hace estamos dando el mensaje «da igual como vivas la familia». Y ese mensaje no lo podemos dar. Darlo es faltar a la verdad y no es amar. Para mí sería más fácil decir «no pasa nada, nos tenemos que adaptar a los tiempos». Cuando tomé posesión de mi cargo de párroco juré que enseñaría lo que la Iglesia enseña. No mis opiniones e ideas. Si no lo hiciera así estaría siendo desleal y no amaría a mi rebaño. Algunos pensarán que entonces no acogemos a las personas. Para acoger hay que usar de respeto, un doble respeto. Primero a la persona en su situación, sea la que sea, y respeto a la propuesta de la Iglesia. Si no respeto la propuesta de la Iglesia sobre el matrimonio, la familia y la sexualidad, estoy ofreciendo a esa persona algo incoherente, no la estoy amando en el fondo. No se trata de ser carcas o progres, sino de ser coherentes. En nuestro sistema de valores hay una coherencia interna que parte de la antropología cristiana «de lo que el ser humano es». Podríamos hablar de muchos mas temas, de otros valores, como el dinero, la corrupción en la que vivimos y de la que tenemos también muy poca conciencia de pecado. Lo que quiero en este primer domingo poner en la base es que no podemos hacer examen de conciencia sin una identidad clara de que somos criaturas y no decidimos lo que es luz y lo que es tinieblas, y que necesitamos formar la conciencia para no vivir en el error. Jesus tenía claro lo que era pecado y lo que no. Por eso venció en la tentación. Respondió con la Palabra De Dios con libertad. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.