Como me sucede otras veces me atasco al preparar las homilías de las fistas más iportantes porque no me gusta caer en tópicos y no decir nada que ayude de verdad. Fue al rezar vísperas ayer cuando encontré esa clave. Rezando con el himno de Filipenses leía “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo”. Se trata del movimiento descendente del Verbo en la encarnación, del hacer hombre Dios, criatura el Creador. Ese movimiento descendiente llega hasta la cruz, en lo que se denomina “kénosis”, pero en Navidad nos quedamos en el pesebre, en la primera parada del viaje. Dios Y nos podemos preguntar ¿podía Dios hacerlo de otro modo? Como poder podía, claro lo puede todo, pero no convenía, o era lo mejor para nosotros, aunque a él le suponga perder “la comodidad de su vida trinitaria”. Y era necesario para poder encontrarse con nosotros con la humanidad, con cada uno.
Me enseñaron que la persona más culta es aquella que es capaz de hablar con personas de todos los niveles de formación intelectual, con un profesional y con una persona analfabeta. Es capaz de ponerse al nivel de todos y de entenderles y de hacerse entender. Dios es el mejor comunicador, es el Verbo, el Logos, experto en diálogo y en escucha. Para poderse encontrar con la humanidad que se escondía de Él desde el origen, cuando Dios preguntaba: “¿Adán donde estás?” Dios ideó el plan de venir a buscarnos escondido en nuestra propia fragilidad, aunque para ello tuviera que abajarse, despojarse. LA humanidad le toca despojarse también para que se produzca el encuentro. No partimos de una posición inocente, sino de la herida del pecado original. Esto implica presupuestos ideológicos, esas imágenes de Dios que nos hemos fabricado que nos impiden comprender cómo es Él. También están las heridas de la vida, las malas experiencias que nos han llevado a pensar “Dios no me quiere”. Son esos valles y montañas que hay que quitar para que haya camino. Dos no se entienden si uno no quiere, y Dios quiere, es la humanidad y cada uno de nosotros, el que tiene que querer despojarse para que se produzca el encuentro.En el corto “the shepherd” (lo podéis ver en youtube y aunque está en Inglés lo importante no es el diálogo) que el director de la serie “The Choosen” escribió, un pastor corre al encuentro de Jesús soltando la muleta que ya no le hace falta porque cuando llega el Mesías los cojos corren como gacelas. Cuando nos enfadamos entre nosotros las dos partes tienen que hacer el esfuerzo de despojarse de llevar la razón, de ser la única víctima, de tener derechos sin obligaciones, de ser jueces… Cuando estamos enfadados solemos decir “no me agacho más” o nos dicen “bájate del burro hombre”. La salvación es ese encuentro entre Dios y la humanidad, ese Dios que se pode de rodillas ante nosotros y nos dice, no tengas miedo, te quiero, acoge mi perdón. Dios en la Encarnación se agacha hasta el pesebre para poder encontrarse, no había otro modo. Vivamos este encuentro de nuevo, el que nos ha cambiado la vida, cogiendo al Niño en brazos, al recibirlo en la Eucaristía de estos días. Un encuentro real y no virtual. No podemos celebrar los sacramentos de forma virtual. Somos seres humanos y la Encarnación implica que los encuentros con Dios son reales. En medio de tanta felicitación virtual, vivamos un encuentro real como el de aquellos pastores con Jesús. Y ese encuentro nos llena de inmensa alegría. Felices Pascuas y bendiciones.
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