Los que reinan tienden a que su dinastía perdure. Es lo que Dios promete a David, que un hijo le sucederá, si bien esa profecía se refiere también un descendiente que reinará para siempre. Es lo que María escucha en la anunciación, que ese hijo reinaría para siempre. Sería como un árbol de hoja perenne y que vive muchos años, como el olivo. Pero somos caducos, nos marchitamos, morimos y a veces nuestra vida es estéril. Ya vimos que para hacer camino no bastaba el agua, el esfuerzo y la propia voluntad, sino que necesitábamos el fuego del Espíritu que purifica nuestro pecado. Necesitamos un Mesías que nos salve.
Pero las hojas caídas también son útiles, se puede hacer abono con ellas y producir nueva vida. La semana pasada decía Isaías que el suelo echa sus brotes. La historia de pecado de la humanidad no es sólo permitida por un Dios resignado y remediada sino asumida. La culminación de esto es la cruz y el fruto la resurrección. Dios no viene a reparar el juguete que nosotros rompemos sino a enseñarnos a jugar con el juguete roto.
David quería construir un templo para Dios, donde poder encontrarse con él. Allí Dios donaría a los seres humanos su cercanía pero con muchos límites. El Dios del templo es ese que nos apaña la vida, que nos da algún regalillo de vez en cuando. Lo que la humanidad no podía imaginar, ni esperar es que Dios se autodonaría hasta el punto de encarnarse, de hacerse hombre. La cercanía de Dios llega hasta la Encarnación. Mas cerca imposible. La Encarnación Revela que el ser humano es “capax dei”, capaz de acoger a la divinidad. El ser humano no es sólo un ser religioso como afirman las demás religiones. Es un ser tan maravilloso que está diseñado para poder ser Encarnación. La única que podía acoger esta autodonación es María. Ella estaba preparada para ello, Inmaculada sin pecado original.
Esta semana ha sido muy triste por la aprobación de la ley de la Eutanasia. Los que apoyan esta ley, no digo sus personas, pero sí su concepción del ser humano está por los suelos, a la altura de la suela del zapato. Tienen una concepción más elevada los que no ven en la eutanasia un derecho y comprende de modo adecuado los derechos humanos. Y más arriba, a un nivel superior cualitativamente estamos los cristianos que tenemos una concepción tan levada del ser humano. Por eso el amor cristiano es tan elevado. Hacemos lo mismo que tantos voluntarios de ONG, lo mismo en cantidad, pero diferente en cualidad. El sentido de lo que hacemos está en lo que nos revela la Encarnación. Cáritas nos anima a que esta Navidad, la mejor de nuestras vidas sin duda, ESTEMOS MÁS CERCA QUE NUNCA. Nosotros que tenemos a Dios tan cerca que en Navidad vamos a estar sin duda muy muy cerca. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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