Este evangelio de hoy fue el que inspiró toda la dinámica que llevamos de Cuaresma y Pascua. La poda para dar más fruto. La poda parece que nos costaba menos. Eso de proponernos retos y pensar en lo que hay que mejorar “lo que tenemos que hacer” va mucho con nuestra mentalidad voluntarista. Veo que lo segundo, lo de los frutos nos cuesta más. Estamos más acostumbrados a ver lo que falta, la botella medio vacía, que lo que hay ya, la botella medio llena. El Reino de Dios crece sin que nos demos cuenta. Un día te levantas te acercas al cerezo y ves que ¡”hay cerezas”!. Para verlas hay que levantarse, ir al árbol, mirar… Esto de la mirada contemplativa requiere un esfuerzo, no es como ver una serie en la tele, que sólo hay que darle al botón del mando. Y sé, porque pregunto, que en los grupos de vida cuesta responder de verdad a la pregunta ¿qué hace Dios en mi vida? Por eso en esta Pascua estoy insistiendo en cultivar (nunca mejor dicho) esa mirada contemplativa que descubre lo que Dios hace en el mundo y en tu vida. Esos frutos son a veces cosas muy cotidianas y otras veces sorprendentes, verdaderos milagros. Como la conversión de San Pablo. El fariseo fanático que se convierte en Apóstol. Por eso lo recibieron con tanto miedo en Jerusalén, no terminaban de creer que fuera cierto. Es como si ahora en China un agente de los servicios secretos se hiciera sacerdote. Lo tomarían por un espía, por un infiltrado.
Si la semana pasada hablaba de que necesitamos una dosis semanal de Evangelio para resistir a la pandemia de la cultura del descarte, esta semana vemos que necesitamos cada semana asistir al milagro que es le Eucaristía para no dejar de tener presente lo más grande y maravilloso que Dios ha hecho: La muerte y la resurrección de Jesús. Es el Misterio de la fe que proclamamos cada vez que el pan y el vino se convierten en su cuerpo y su sangre. Es un milagro que no cesa, un Misterio eterno que se hace presente en el tiempo. La palabra de hoy nos vuelve a hablar de la relación vital con Jesús. Como el sarmiento en la VID, es algo vital. Podemos vivir como las flores pinchados en las esponjas, nos parece que estamos vivos, pero sólo estamos sobreviviendo. Hace falta mucha sinceridad de corazón para reconocer esto y decidirse a cambiar y vivir de verdad de Jesús.
Y termino rogando, pidiendo que no nos guardemos los milagro que vemos. Podéis, si queréis escribir un papelito y ponerlo en la pila bautismal. Es una dinámica nada más, pero lo de guardarlo como María en el corazón nada. Jesús nos mandó que fuésemos testigos y que pusiéramos la luz encima del candelero para que todos den gloria a su Padre. Sigamos viviendo esta Pascua tan preciosa con tantos frutos camino de una gran Pentecostés. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
Comentarios recientes