La Liturgia de hoy nos presenta a Jesús afrontando como todo líder sus miedos. Fue valiente y fue a su pueblo a presentarse como el Siervo profetizado por Isaías. Allí esto no era digerible y Jesús lo sabía. Ellos lo conocían desde pequeño, le habían visto trabajar para ellos, habían ido cada sábado juntos a la sinagoga. Muchos se preguntaban por qué no se había casado y había formado una familia. Era como ellos pero se daban cuenta de que en Jesús había algo especial. Pero ni mucho menos se podían esperar que su paisano fuera el mesías que tanto esperaban. La honestidad con que Jesus actuó le salió cara. Se mostró tal cual y les echó en cara su incredulidad. Como respuesta recibió la primera amenaza de muerte. Jesús había asumido que su misión contaría con oposición y no dejó por ello de hacer lo que tenía que hacer. No actuaba movido por el miedo a defraudar, a molestar, a no ser aceptado. Jesús era un líder libre y auténtico, algo de nuestros líderes sociales actuales ni han olido. Ese sábado seguro que recordaba por la mañana las palabras del Señor a Jeremías «no les tengas miedo» y rezaría con las palabras del salmo de hoy «sé tú mi roca de refugio». Jesús no se detuvo, no se echó a atrás, Él seguí su camino.
Con esto bastaría de sobra para meditar en este domingo pero podemos extraer algo más. En la lectura de Isaías escuchamos que desde antes de nacer Dios ya lo había escogido. Estas palabras nos recuerdan que no estamos aquí por azar o por casualidad, que como decía esa campaña tan chula «un churro». Somos únicos cada uno de nosotros y el mundo no sería el mismo sin cada uno de nosotros. Todos los seres humanos somos creados por amor y para el amor. Ese amor que tanto se repite en la segunda lectura. Somos personas, seres relacionarles que no tenemos una identidad de individuos aislados sino de «ser en relación». Todos para amar pero cada uno con un propósito especial. Vivimos con propósito que es lo mismo que vivir para hacer una partición al mundo que nadie puede hacer por ti. Esto hay que creérselo, eres especial, no hay nadie como tú. Dios te ama con una cariño especial y te ha elegido para que transformes este mundo. En este sentido en la Iglesia, en la Iglesia sinodal, tú estás llamado a hacer una aportación que nadie más puede hacer.
El amor que describe San Pablo no es cualquier amor, es el amor más grande y precioso. Es el amor cristiano, una de ls virtudes teologales, es amar como Dios, porque los bautizados vivimos como Dios. Una y otra vez nos decimos que este amor no es humanamente realizable sin la acción del Espíritu Santo. Este amor no pasa nunca, llega hasta el cielo, donde ya no creeremos, ni esperaremos, sólo amaremos. Qué maravilla tener una meta tan tan grande. Nosotros como Jesus no nos detenemos por muy hondos que sean los barrancos que nos encontramos en el camino, seguimos hasta el cielo. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
Comentarios recientes