Después de un mes sin publicar vuelvo a hacerlo porque creo que ese mes de agosto voy a estar más estable y voy a poder hacerlo. Este fin de semana salgo de una convivencia con los Kairós de la Parroquia que ha sido preciosa. Nos hemos arriesgado en el sentido Covid y también en las propuestas que le hemos hecho a los chicos. El riesgo ha merecido la pena y yo mismo he salido fortalecido del encuentro. Precisamente con ellos hemos tratado la relación con Jesús desde el punto de vista del agua y la sed, con la ambientación del desierto y el oasis.
En la liturgia del ciclo B interrumpimos la lectura del Evangelio de San Marcos y durante cuatro domingos leemos a San Juan en torno al Pan de Vida. El discurso de Cafarnaún es situado por San Juan después de la multiplicación de los panes y los peces y después de Jesús caminando sobre el lago. Por eso la gente le pregunta a Jesús cómo ha llegado allí si no se montó en la barca con los demás. Y por eso también Jesús les habla de que lo buscan porque se han llenado el estómago. En el diálogo de Jesús con la gente aparece el maná, ese pan que Dios daba a su Pueblo en medio del desierto día a día. Por eso en la primera lectura leemos esos versículos del Éxodo.
El Pueblo está haciendo una travesía por el desierto desde la esclavitud de Egipto a la libertad de la Tierra Prometida. El camino de la libertad es siempre duro y difícil como una travesía por el desierto. Los que quieren dejar una adicción lo saben bien y por eso muchos abandonan y lo dejan. San Pablo en la segunda lectura nos habla también de la transformación del hombre viejo en el nuevo, de esa renovación en la nueva condición humana. Ese cambio que dura toda la vida se puede ver también desde el punto de vista de pasar de la esclavitud del hombre viejo a la libertad de los hijos de Dios.
El Pueblo se puso muy enrabietado y llegó a pensar muy mal de Dios, pero este aprovecha esta rabieta para darle una gran lección. “yo te alimento en el desierto, sin mi no pueden subsistir”. En los doce pasos de los alcohólicos anónimos hay una paso en el cual, el que quiere salir de la adicción, reconoce que no sale de allí si no le saca un “poder superior”. El Pueblo necesitaba experimentar el hambre y las dificultades del desierto para llegar a una relación con Dios basada en la confianza más absoluta. Pues eso mismo es lo que significa la Eucaristía en nuestra vida. En medio de la travesía por el desierto acudimos cada domingo a Misa para comer el Pan de la Vida, porque sin él no podemos avanzar, perecemos en el desierto. Comulgar no es algo devocional, opcional como el Rosario y otras prácticas de piedad. Es fundamental, hasta en verano, estemos donde estemos tenemos una Eucaristía cerca, no estamos en el Amazonas. Y allí donde estemos, aunque dispersos en estas semanas seguimos ganándole terreno al desierto. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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