La cruz está terminada. En el centro aparece una huella. Durante esta Cuaresma hemos descubierto el sacramento del Perdón y muchos están experimentando sus frutos en su vida. Una buena confesión puede ser, como le escuchamos a Irene hace dos semanas, un nuevo comienzo en la vida. Como para aquella mujer supuso encontrarse con el perdón de Jesús. Dios puede hacer muchas cosas nuevas que nosotros ni imaginamos. Isaías en la lectura de hoy que sabe más a polvorón que a torrija nos lo ha recordado, que está brotando algo nuevo. Los cautivos de Babilonia no podían creer lo que el Señor hizo por ellos cuando cambió su suerte, y volvieron a casa. Como cuando vuelvan los refugiados de Ucrania. San Pablo también recuerda lo que provocó en su vida encontrarse con Jesús. Todo lo que para él era valioso, su ser judío y fariseo, ya no valía nada comparado con haber conocido a Jesús. El perseguidor se había convertido en un apóstol. Pero un apóstol en camino. Expresa muy bien que ha sido alcanzado por Cristo, pero él tiene aún carrera por delante hasta la meta. Hay todo un proceso de conversión.
La reconciliación tiene sentido si vivimos en proceso de conversión. Con la meta clara del encuentro definitivo con Cristo en el cielo y corremos hacia ella. Podemos caernos muchas veces pero nos levantamos las veces que haga falta. Como a aquella mujer condenada por todos, Jesús no se cansa de darnos una nueva oportunidad las veces que haga falta. La penitencia en la que nos centramos hoy significa el nuevo camino después de cada confesión.
La penitencia tiene también un sentido reparador. Cada pecado provoca una ruptura. Qué bien escuchar ayer a los niños que van a recibir la Primera Comunión que el pecado rompe la amistad con Dios. Qué bien que tengan esa concepción relacional del pecado. La ruptura empieza por uno mismo. en cada pecado se rompe nuestra identidad. Algunos piensan que la masturbación no hace mal a nadie. Te hace daño a ti, porque te pervierte. Estamos hechos para la comunión y la relación. La sexualidad es para expresar el amor, no para disfrutar contigo mismo. La masturbación daña tu identidad de ser persona, ser en relación. El pecado rompe la relación con los demás y también con la creación como pone de manifiesto el Papa Francisco. Pues toda ruptura debe ser reparada. Toda herida puede ser reparada por el amor de Dios. Las consecuencias de nuestros pecados están en manos de Dios. Pero esa reparación es cosa de dos, de Dios y de nosotros. Dios hace su parte y cada uno hacemos la nuestra. La penitencia nos ayuda caer en la cuenta de ese sentido profundo de la reparación. Creo que ya estamos bien preparados para vivir una buena confesión. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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