Aquella mujer lo apostó todo por la sanación de su hija. Había oído hablar de Jesús y no dudó que el podría curarla. En cambio Salomón, al que se le había aparecido Dios dos veces, fue infiel y se fue detrás de otros dioses. El sabio Salomón en el fondo estaba dividido y por complacer a sus mujeres extranjeras construyó santuarios a los ídolos. Esa división interior del Rey trajo como consecuencia la división del reino. Nuestras divisiones interiores, ese querer complacer a todos, engendran división a nuestro alrededor. Cuando estamos unificados interiormente y somos “sólo de Dios” (al único que tenemos que agradar) engéndranos a nuestro alrededor salud y comunión. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.