Esta Semana Santa no he podido publicar al día mis reflexiones. He priorizado otras cosas que han surgido y que han merecido la pena. A modo de resumen vierto aquí lo que ha ido bullendo en mi corazón y que he ido compartiendo.
El Miércoles Santo predicaba sobre cómo Dios cuenta en sus planes con el mal. Judas tuvo que cumplir su papel. Era necesaria su traición. Esto cuesta entenderlo, pero es así de forma ordinaria. El pecado es fruto de nuestra libertad, pero las consecuencias del pecado están en las manos de Dios. Dios permite el mal para un bien mayor. Así fue en el Misterio Pascual y así sigue siendo hasta que llegue la consumación de su Reino. El Miércoles Santo la cofradía vivía un día histórico. un día que ha llegado también con sufrimiento y pecados. Con todo ello cuenta el Señor y ha hecho posible lo que vivimos.
El Jueves Santo profundizaba con fuerza en el ser SIERVOS. Digo esto porque a veces «prestamos un servicio» pero luego vivimos como señoritos. En Jesús el servicio no Osuna actividad sino que forma parte de su identidad, es su manera de ser. La palabra siervo es hasta bonita en nuestros ambientes. El Obispo nos hablaba a los sacerdotes que somos criados (esta palabra nos gusta menos), que no nos poseemos, que somos los que comemos los últimos. El siervo no posee nada, es propiedad de otro. San Pablo lo dice muy claro, que hemos sido adquiridos a precio de la Sangre de Cristo y que somos del Señor.
El Viernes Santo profundizaba en el sentido de reparación que ya traté el último domingo de Cuaresma. El pecado rompe las relaciones y lo que se rompe necesita ser reparado. Y esa reparación no es posible sin sufrimiento, sin sacrificio. Cuando dos se enfadan siempre uno tiene que ceder más, sacrificarse y dar el primer paso. Suele ser el que más ama, no porque sea más bueno sino porque tiene claras las ideas y porque es más libre en su corazón. Jesús se sacrificó por toda la humanidad, para reparar todas las consecuencias del pecado. Nosotros a veces nos cuesta demasiado dar el paso de confesar el pecado en el sacramento del perdón, y no nos damos cuenta de que es necesario ese sacrificio para reparar lo que hemos roto.
En la Vigilia Pascual hablaba de lo que implica renovar las promesas del bautismo que empiezan con la renuncia a Satanases y al Pecado. La Cuaresma es un tiempo de entrenamiento para poder dar ese paso con toda la libertad posible y ser capaces de dejar atrás ídolos y situaciones de pecado en las que andamos enfangados. Con Satanás no se puede negociar, no hay medias tintas posibles. El no es no. Y hablaba también del ALELUYA grande que hay en el altar. Es un canto de guerra para el combate espiritual. Esta parroquia es una comunidad que alaba con fuerza y eso se nota en cómo vamos ganando terreno al mal y al desierto. No podeos dejar de cantar y alabar.
Ha sido una Semana Santa muy normal, y por lo tanto la mitad de los hermanos estaban en pueblos y otros destinos familiares. Es la nota menos dulce de estos días que cuando celebramos lo más grande no podemos estar todos juntos. Tendrá que ser así. También ha sido una oportunidad para compartir con otros que hace tiempo que no veos y hasta con algunos hermanos nuevos que se arriman. Hemos trabajado muchos sobre todo los equipos de Liturgia y Música para poder disfrutar de una Semana Santa única e irrepetible. Feliz Pascua a todos.
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