Este fin de semana estaba bloqueado preparando la predicación. No fluía por cuestiones personales que me tenían la mente ocupada y porque no tenía un claro programa de predicación. Conforme ha transcurrido el tiempo me he desatascado. He sentido la necesidad grande predicar sobre la Misericordia de Dios. Este domingo hemos cantado con fuerza el Salmo 117, el salmo pascual por excelencia, y he meditado sobre lo que significa que la Misericordia de Dios sea eterna. Es para siempre, es infinita. Como un mensaje me decía el sábado “mi pecado es una gota de tinta en medio del océano”. El amor de Dios que mana del Misterio Pascual es inabarcable, es mucho más de lo que podemos imaginar en dimensiones y en poder. A veces vivimos atrapados por la percepción del mal en nosotros y en este mundo global. Hace 200 años los seres humanos sabían del mal en su entorno y poco más. Ahora nos enteramos de todo lo que sucede en el planeta y esto nos produce una sensación de que el vivimos inmersos en un universo decadente sin remedio. Y eso es totalmente falso. Mirando a la Imagen de Jesús que mandó pintar S. Faustina y escuchando las palabras de la segunda lectura “este es el que ha vencido al mundo”, recobramos la lucidez que necesitamos. Creemos en Jesús, creemos que está vivo, y creeos que su amor ha vencido.
También este fin de semana hemos recordado la procesión con el Santísimo que hice hace una año en plena cuarentena. Hemos visto de nuevo el vídeo que montamos con algunas instantáneas. Fue un derroche de Misericordia el paso de Jesús por las calles de nuestro Barrio. Es impresionante ver los rostros de las personas mirando a Jesús. La Pandemia es Pascual, tiene mucho de cruz, de sufrimiento y muerte y al la vez tiene mucha vida. Nos ha regalado momentos inolvidables como la pasada Semana Santa. Cuando más pobres somos o estamos, más se vuelca el Señor con nosotros. Jesús resucitado no está confinado y con las puertas cerradas se cuela en cada hogar, en cada vida, con sus llagas gloriosas, con su Paz.
Y por último he recordado la dinámica de los frutos. Ya hay algunos papelitos en la pila bautismal que indican que algunos ya hemos encontrado frutos pascuales en estos días. Notamos que el Espíritu Santo se mueve en nosotros y nos lleva más allá de nuestras posibilidades. Seguro que en esta Pascua vamos recoger muchos frutos, sin voluntarismo ni moralismos, no se trata de que “tenemos que dar fruto”, sino más bien de dejar al Espíritu Santo hacer, de estar atentos para ver los frutos y dar testimonio de ello. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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