En este Ciclo C empezamos el año con las manifestaciones de Jesús. Se manifestó a a los Magos que seguían una estrella, se manifestó en el Bautismo, y se manifiesta a sus discípulos en las Bodas de Caná. Nosotros vivimos la cultura del selfie y de las redes sociales donde se publica la vida con escaso pudor y no valoramos mucho esto de guardar en la discreción para revelar sólo a unos pocos, a los destinatarios adecuados. El estilo de Dios es así. Él no se manifiesta con signos en el cielo a las multitudes sino que quiere hacerlo poco a poco a través de unos pocos. Ya lo hemos visto durante estos domingos y nos recuerda que la evangelización es ante todo algo de corazón a corazón. Pues ya hemos empezado a invitar a Alpha. Ya podemos empezar a manifestar poco a poco, boca a boca, este evento de la vida de la Parroquia que puede cambiar vidas. 

Que las lecturas vayan de boda me ha animado a volver a recordar este fin de semana nuestro proceso de discipulado “DEL FLECHAZO AL BIBERÓN”. De vez en cuando necesitamos recordar que todo lo que hacemos y vivimos está inserto en este proceso que no es una estructura sino que es el proceso de cada uno de los que formamos parte de esta comunidad. Puede que algunos que se enamoraron se han enfriado porque se han estancado y no avanzan, puede que algunos no sepan hacia donde tirar, cuál es su siguiente paso. Desde luego creo que este fin de semana muchos han escuchado hablar por primera vez de esto y se habrán preguntado ¡de verdad yo me he encontrado con Jesús? Ese es el objetivo que los que ni siquiera han empezado el proceso sientan curiosidad por ello y busquen.  Hablar de enamorarse de Jesús es algo chocante para la mayoría de las personas. Creo que también cuando digo “Al descubrir con el corazón que Jesús ha dado su vida por ti tú te sientes impulsado a entregar la tuya por Él”. Este planteamiento de madurez en el seguimiento de Jesús es también un punto importante.  Todos estamos en proceso, todos estamos llamados a movernos y seguir adelante a no parar. 

Y por último una nota sinodal. La semana pasada poníamos el acento en el bautismo que es la condición básica de la dignidad en el Pueblo de Dios. Todos bautizados, todos hijos de Dios, todos iguales en dignidad. Hoy aparece el concepto de la diversidad que introduce el Espíritu Santo con sus dones. Distribuye dones diferentes a cada uno para la construcción de la Iglesia, el mismo Espíritu se manifiesta de forma diversa para el bien común. Ayer me hablaba un miembro del Opus Dei como algunos conocidos de la Obra estaban teniendo la experiencia del Espíritu Santo en una comunidad carismática. En nuestro País está sucediendo esto últimamente, los carismas se miran unos a otros como complementarios y llamados a enriquecerse unos de otros. LA diversidad es riqueza no es estorbo. Todos iguales en dignidad, diferentes por el ministerio de cada uno. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.