Qué coincidencia más buena que este domingo celebremos la Jornada de Manos Unidas y escuchemos este evangelio delas bienaventuranzas. En las Eucaristías hemos visto el vídeo breve de la campaña. Nos viene bien de vez en cuando escuchar estos mensajes y ver estas imágenes para no dejar que nuestra sensibilidad se apague. Metidos en nuestros problemas cotidianos, en la pandemia, en las crisis de Ucrania o en el precio de la energía, podemos dejar de darnos cuenta de que el gran problema es más amplio y es el sistema económico y cultural tan inhumano y radicalmente injusto en el que vivimos. Manos unidas nos recuerda que los proyectos en los que se embarca no son asistenciales sino de desarrollo, alienados y enfocados con una visión de conjunto ambiciosa y acertada que busca no sólo ayudar sino transformar el sistema. Cuando vemos a los políticos funcionar en el corto plazo y en el oportunismo, los católicos seguimos viviendo a largo plazo, dando pequeños pasos que nos encaminen a la meta.

Y esa meta la volvemos a escuchar hoy en la segunda lectura, y es nada más y nada menos que la resurrección de los muertos. Con una meta así somos capaces de soñar a lo grande, se suscitar revoluciones y movimientos culturales de calado. Un síntoma de que la relación con Jesús es auténtica es que no nos conformemos con lo que tenemos y que estemos empeñados en transformarlo. El cristianismo no está llamado a acallar conciencias y anestesiar el sufrimiento. Está llamado a ser una conciencia profética que despierta las conciencias y suscita honres y mujeres críticos, inconformistas, antisistema. Las bienaventuranzas tiene olor a revolución, huelen a Reino de Dios que es el mundo que Dios ha soñado. No hay elemento más peligroso para los que controlan el sistema que personas que cada día entran en contacto con Jesús de Nazaret y se empapan de su personalidad, de sus valores, de su proyecto. Por eso al sistema no le conviene que las personas se abran a las trascendencia. Se pregunten como hacemos en ALPHA ¿Y esto es todo? Nos quieren anestesiados, pensando en lo que vamos a disfrutar el próximo fin de semana.

Pues cada fin de semana nosotros celebramos la Muerte y la Resurrección de Jesús. Celebramos su triunfo y esto nos despierta de ese sopor hedonista y consumista. ¡Claro que hay algo más! Hay una felicidad más allá de la de corto plazo o intentando plazo que nos ofrece la cultura líquida. Venimos a la Eucaristía tocados por la batalla que vivimos en el desierto espiritual en el que nos movemos. Aquí renovamos nuestro sí al Señor, ponemos de nuevo nuestra confianza en Él. Y salimos de ella renovados, sanados de esas heridas del camino y con la sensibilidad activada para vivir la compasión y la misericordia. Salimos de la Misa valientes y decididos a ir contracorriente como la última canción de Bisbal que es muy salsera. Bailemos con ella al ritmo de las bienaventuranzas formando parte de la marea de soñadores seguidores de Jesús. Por eso he escogido para este post la imagen de la Serie The Choosen de los peces verdes que nadan a contra corriente Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.