La cruz en la Parroquia crece. Este domingo tiene uno de los brazos laterales con una rueda dentada dibujada. Y cuanta más cruz, más luz. Después de un buen examen de conciencia nos acercamos a confesar con un verdadero arrepentimiento, con los labios manchados de sangre como recordábamos la semana pasada y también se requiere propósito de la enmienda. Es el fruto que se espera de la celebración de este sacramento. Enmienda es una palabra castiza que no usamos mucho en nuestro vocabulario, significa cambio. El que se confiese tiene deseo de cambio. Por eso escogimos una rueda dentada como símbolo. Nos habla de proceso, de movimiento. La confesión es a veces el comienzo de algo nuevo, de un proceso nuevo. Otras veces es seguir en movimiento hacia la tierra prometida, esa tierra que mana leche y miel.
A veces escuchamos eso de «para qué me voy a confesar si lo voy a seguir haciendo». Hay que entender bien lo que significa propósito de la enmienda. Hay pecados y situaciones de pecado que no admiten grises y que requieren un «cortar por lo sano» como dice Jesús en el Evangelio «si tu mano te hace pecar…» Por ejemplo en un caso de infidelidad matrimonial, o en el caso de estar metido en un negocio sucio.. es como dejar de fumar, no se puede dejar poco a poco, hay que cortar de golpe. En cambio hay otras situaciones que requieren un proceso. Es el caso de una persona muy herida que quiere perdonar pero no puede hacerlo de golpe y desde ya. Tendrá que ser poco a poco, mediante un proceso. Y necesitará confesar muchas veces eso mismo para recibir precisamente fuerza espiritual para el proceso.
En definitiva lo que se requiere es deseo de cambio, deseo de lucha. Vivimos en combate contra el mal de modo global y en cada una de nuestras vidas. Tiene sentido confesar si se quiere vivir en clave bautismal de renuncia al pecado. Teniendo claro que con el mal no se negocia, que no caben medias tintas, ambigüedades tramadas que no son las propias de nuestra condición y de la concupiscencia (hasta el cielo experimentaremos el aguijón del pecado). También la vida vamos superando aspectos y combates y aparecen otros nuevo. Hasta que muramos estaremos luchando y nos tendremos que confesar antes de morir como todos los Santos, que no son santos por no pecar sino por no dejar de luchar. Y termino con la zarza ardiendo. Este domingo es el de la paciencia del labrador, esa paciencia que no se agota (la nuestra sí). La paciencia De Dios que es como la zarza que arde sin consumirse, Dios que no se cansa de esperar, no se cansa de perdonar. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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