En el núcleo de la Palabra de este domingo sin duda está el mesianismo de Jesús. Pedro proclama que Jesús es el Mesías y seguido Jesús les explica de qué mesianismo se trata. Les explica que su vida se encamina al desenlace de la cruz y la posterior resurrección. En la primera lectura leemos uno de los cantos del Siervo de Yahveh. Ese personaje del libro de Isaías se trata de Jesús para nosotros los cristianos. En este canto el Siervo expresa su confianza en Dios que lo defiende “no me veré defraudado”. Los apóstoles, ni remotamente podían imaginar que el mesianismo de Jesús tuviera nada que ver con ese personaje. Jesús fue duro con Jesús llamándolo Satanás, porque pensaba como los hombres y no como Dios. Y termina con esas palabras sobre perder y ganar la vida.
En esto me quiero detener. Podemos preguntarnos los que estamos en Misa si estamos perdiendo o ganando. Para la mayoría de la gente ir a Misa es perder el tiempo, nosotros pensamos que estamos ganando. Y esto se mueve en el plano de las ideas, del pensamiento. Tenemos una idea de lo que implica ganar y a partir de esa idea valoramos y actuamos. El cristianismo no se reduce a una ideología, pero sí que cuenta con ideas, con ideología en cierto modo. Y quiero explicar que lo mismo que vivimos un combate espiritual contra el mal en el plano de las obras, del amor, del corazón, vivimos otro combate en la cabeza, en el pensamiento. Los cristianos tenemos un pensamiento propio, no sólo en el contenido sino también en la forma de pensar y razonar. Nosotros queremos pensar como Jesús y el enemigo quiere que pensemos como el mundo. El enemigo trata de engañarnos y nos dice “no merece la pena… ¿cómo te vas a perder tanto…?
Vivimos en una cultura líquida sin valores sólidos. Lo que suele suceder es que en vez de vivir como pensamos terminamos pensando como vivimos. Te puedes casar pensando que el matrimonio es para toda la vida y si te va mal y te cansas de luchar lo dejas y entonces te justificas y elaboras un discurso que afirma que el matrimonio no es para siempre. En el núcleo del pensamiento cristiano está la persona y su dignidad. Cuando lo que se suele llevar es usar y tirar a las personas en tantos ámbitos, nosotros pensamos que nunca se pueden utilizar como medio para conseguir ningún fin. Este principio es innegociable y seguro que hay cosas que nosotros tenemos claro eso de “nunca lo haré”. Pues hemos de vivir alerta porque el enemigo quiere que flaqueemos y no estemos firmes en ese pensamiento. Miramos a la cruz, donde Jesús quiere que miremos este domingo y le decimos: Jesús quiero pensar como tú. No quiero dejarme engañar y perder mi vida pensando como el mundo. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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