El domingo pasado Jesús anunciaba a sus discípulos su muerte y resurrección. Fue después de la confesión de Pedro “tu eres el Mesías”. Hoy escuchamos el segundo anuncio al que los apóstoles no saben qué responder. Y ellos en sus pugnas por ver quien es el más importante del grupo. Santiago en la segunda lectura habla de la codicia, la envidia y las rivalidades, del afán de placer, en definitiva de las pasiones. Nosotros no somos animales instintivos. Somos humanos libres y por lo tanto podemos querer morir y de hecho algunos lo eligen. En un animal es impensable porque se mueven por el instinto de supervivencia. En nosotros no se trata de un instinto sino de un impulso al que podemos resistirnos. 

El impulso por vivir es muy fuerte y a veces se nos desboca, no lo dominamos sino que nos domina. Esto sucede porque nuestra libertad está herida por el pecado original. La pasión se desboca en esas tres formas clásicas de la codicia, la ambición y el  hedonismo. El afán desmedido por tener, por el poder y el placer. En el fondo se nos desbocan porque perdemos la confianza y surge la angustia por no poder vivir o no poder vivir bien, sin sufrimiento. Acumulamos y acumulamos por si nos falta. Tratamos de ponernos por encima de los demás para que no nos hagan daño. Queremos disfrutar a tope y exprimir la vida porque tenemos miedo a la muerte y al sufrimiento. Santiago habla de la Sabiduría que viene de lo alto que es el Espíritu Santo. Él nos hace libre de las pasiones, sana la libertad y nos permite dominar el caballo. Y también nos da lucidez sobre lo que de verdad necesitamos y lo que no. 

Ante las ambiciones de los apóstoles Jesús aprovecha para volver a hablar de la sencillez del Reino. Y pone en medio a un niño que siempre es acogido. ¿Quién no acoge a un niño? Jesús es ese niño. Dios se hizo presente en el mundo como un niño para poder ser acogido. Un Dios que nada tiene que ver con la codicia, la ambición… El niño desde luego que es egocéntrico, en eso no es modelo. Lo es en el sentido del salmo que hemos rezado junto “El Señor sostiene mi vida”. El niño que vive confiado, se sabe cuidado y protegido. No se levanta pensando en si llega a fin de mes, en si se van a poner por encima de él… queremos ser como niños, queremos vivir libres y confiados. 

La primera lectura habla de nuevo de un justo perseguido. El justo que fastidia por su modo de vivir. Cuando somos libres molestamos a los que no lo son. Les molesta que no vivas centrado en tener más y más, en tanto disfrutar… Y molestamos más aún, molestamos al sistema que vive de esas pasiones desbocadas. Si los cristianos que en el mundo somos más de mil millones vivimos con libertad hacemos tambalear al sistema como lo ha hecho el COVID. Por eso estorba el cristianismo. El sistema no quiere hombres y mujeres libres. Miramos a la cruz hoy que nos habla de ella, que nos muestra su servicio hasta el final, y le decimos “Jesús quiero ser como tú, libre y confiado, como un niño, con la sabiduría que viene de lo alto”. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.