Hace tiempo que descubrí el Reino de Dios en concepto de combate.  Y me reconcilié con le concepto de Reino de Dios que reconozco que me sonaba mal por la ideologización que se había hecho de él. Si Dios reina, el mal y sus consecuencias son vencidos. Jesús habla del Espíritu del Mal como el Príncipe de este mundo. Y en las tentaciones él ofrece a Jesús el dominio sobre los reinos si le adora. El mal reina en el mundo porque los hombres lo hemos querido, y Dios lo permite ya que respeta las reglas del juego de nuestra libertad. Hasta la muerte y la resurrección de Jesús el mal acampaba a sus anchas. Desde el Misterio Pascual pierde terreno sin parar. El combate está en el terreno. El desierto y el mar son el terreno del mal en la Biblia, y Jesús se adentraba en ellos para ponerlos bajo su dominio. Nuestra misión es ganarle terreno al desierto, en ganarle terreno al mal. 

El Espíritu Santo ha sido derramado y va conquistando la vida de muchos hombres y mujeres.  Es una batalla en la vida de cada ser humano. Y esa victoria repercute también en las estructuras de pecado, las va renovando, las hace más según Dios y menos según el mal. 

Dice la segunda lectura que nos ha hecho “reino y sacerdotes para Dios”. Esto no es cuestión de títulos sino de la transformación de las personas en hijos de Dios. Personas en las que reina Dios, porque el mal es vencido y sus vidas dejan de ser “vivo para mí” para ser puestas al servicio del Reino “vivo para los demás”. Así crece el Reino de Dios. Por eso el Reino de Jesús no es de este mundo, porque no utiliza el poder, el dinero, la violencia, la manipulación… y los demás medios que los hombres solemos utilizar cuando queremos conseguir algo. Las armas de Jesús como dice San Pablo son espirituales porque el combate es espiritual. 

La batalla es en la vida de cada persona pero no es individual, es una batalla universal y que sólo vencemos cuando luchamos con otros. En la experiencia que tengo de ayudar a personas que padecen adicción, no se puede solo, sólo se puede con otros. Por eso formamos parte de un pueblo que camina unido, un pueblo sinodal. La batalla es sinodal. Cuando un hermano deja su pequeños grupos, deja de venir por la parroquia es como salir del campamento y caminar sólo por el desierto. Se pone en grave riesgo, se lo comen las fieras salvajes.  E Reino no ve de francotiradores. Reina de verdad Jesús en tu vida si te unes a Él, a su ejército, a su Iglesia. En pocos días tendremos un nuevo capitán, un nuevo Obispo, D. Sebastián. Rezamos por él esta semana de forma especial. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.