En la homilía de hoy lo más fácil es tirar por el camino del “conmigo lo hicisteis” del Evangelio. Y no podemos dejar de mencionarlo, de recordarlo y profundizar. San Mateo eleva a los pobres de destinatarios de la caridad a a la categoría de mediadores entre nosotros y Dios. Igual que la Palabra de Dios y los sacramentos nos ayudan a entrar en relación con Jesús. De las cuatro presencias que trabajamos en el orarotio con niños: Sagrario, Palabra, Corazón y en medio de nosotros, podemos añadir la presencia de Jesús en los pobres. Y esto no es sencillo, no sale espontaneo. Como cada vez que miramos a la Eucaristía y tenemos que hacer un acto de fe, lo hemos de hacer también cada vez que un pobre llama a nuestra puerta. “Es Jesús el que llama” tenemos que pensar y decirnos. Podemos pensar en los que duermen en el muelle de Arguineguín, pero mejor pensemos en alguien que necesita nuestra ayuda y que conocemos y tratamos. Tratemos de mirarlo así, pidamos a Jesús que nos ayude a verlo en él o en ella. 

Dice la segunda lectura que Jesús tiene que Reinar. La antífona del Aleluya de este domingo son las aclamaciones a Jesús entrando en Jerusalén. Esa fue su entrada como Rey en la Ciudad Santa. Y lo aclamaban así los niños y los pobres. Estaban felices de recibir al Rey que según la tradición bíblica cuidaba y defendía a los pobres. En la primera lectura hemos escuchado ese perfil de pastor que tan bien desarrolló Ezequiel. Ese pastor que no va dejándose ovejas enfermas por el camino sino que las recoge y las carga cuando no pueden seguir el camino de las fuertes. Jesús llevó a su plenitud ese modelo de liderazgo con su actitud de acogida a los pecadores, dando una oportunidad a los que nadie se la daba. Nuestra cultura del descarte como dice el Papa Francisco es radicalmente opuesta a la lógica del Reino. Lo progresista de siempre ha sido ayudar a los que menos oportunidades tienen, pero vemos con cuestiones como el aborto o la eutanasia, que en este mundo los débiles no caben, estorban. Nietzsche veía al cristianismo como la religión de los ´debiles, como algo antinatural pues lo natural es la ley del mas fuerte, la selección natural. Pero en los seres humanos no puede ser así porque somos libres y racionales. En el Reino de Dios menos aún, es el undo soñado por Dios donde los últimos son los primeros. Este es el Reino que nosotros queremos construir. 

En este día quiero terminar con la ADORACIÓN. Cada vez que adoramos experimentamos que se eleva el corazón, nos llenamos de paz, de gozo, de esperanza. Es como si fuéramos aldeanos de un pequeño pueblo en la edad media amenazado por una banda de forajidos. Entonces nos acordamos que tenemos un Rey que nos cuida y nos defiende, que viene y acaba con los que nos quieren eliminar. Reconocer la realeza de Jesús es confesar su soberanía, que todo está debajo de Él. Que la última palabra siempre, siempre es del amor y de la justicia. No es un sentimiento más, es la expresión de la confianza más medular de la fe. Él es mi pastor y “nada” me falta. Vivamos este día especialmente en adoración, más en estos tiempos grises y complicados. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.